Los déspotas con delirios de grandeza y los iluminados que exigen "ciega obediencia para establecer un orden moral contrario al existente" (DRAE) conocen las peores dificultades cuando intentan desfigurar el espíritu de sus pueblos, su volkgeist. Pekín, por ejemplo, entendió a tiempo que pasar de tercer mundo quejoso a primera potencia imponía archivar el libro rojo de Mao y devolver a los chinos
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