Y no hubo protesta alguna por la libertad de los 35 “sifrinos saboteadores del metro”; y los fiscales no insistieron en dejarlos presos, y al juez no le tembló el pulso para dictar sentencia absolutoria (claro, ya habría recibido la llamadita de rigor diciéndole que habían pelado gajo con el caso), y no hubo presi-miente que berreara pidiendo 30
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